Una noticia conmocionó el mundo esta última semana por el brutal ataque que costó la vida a diecinueve (19) niños y niñas y dos maestras de una escuela en Texas, EEUU.

Lo primero que nos pasa por la mente, es el rostro de cada pequeño en ese momento de angustia, de temor, de tristeza y el dolor de sus familias al enterarse de lo ocurrido.

Cuando tienes la sensibilidad y el amor por los niños y niñas, cuando trabajas por ellos, para ellos, cuando eres padre, madre, responsable, tío/a, abuela/o, no puedes tan siquiera imaginar estar en el lugar de esas familias en medio de un suceso tan atroz como el que les tocó vivir.

Quedan muchas dudas, interrogantes y juicios, de los que mucha gente ya ha estado hablando, por lo que ahora toca reflexionar si todo esto tiene que ver con una sociedad descompuesta cuyos valores se encuentran en crisis.

No podemos seguir negando que cuando se acosa, se burla y se abusa de manera reiterada y sistemática de una persona, estás generando un daño en su vida, no podemos seguir permitiendo que la educación en emociones, en bienestar emocional y mental se quede fuera de las aulas de clases porque la prioridad es que aprendan a sumar, restar o multiplicar. No podemos seguir dejando a un lado el bienestar emocional de nuestros hijos, porque mamá o papá están agotados del trabajo y del día a día.

Es irracional pensar que solo el control puede solucionar estas situaciones, que aunque no hayan sido en nuestro entorno cercano, se parecen a las que viven nuestros niños, niñas  y adolescentes venezolanos y que no queremos ver.

Los niños, niñas y adolescentes llegan a casa y lo primero que preguntamos es qué tareas te mandaron, qué aprendiste de lo que dio la maestra. Llegan a la escuela y lo primero es preguntar quiénes trajeron la tarea y se montan en el transporte público y lo importante es si tienes el pasaje completo, y así en todos los contextos en los que se desenvuelven, pero ¿en qué momento del día nos detenemos a preguntarles cómo se sienten, qué piensan, qué necesitan más allá de lo material? ¿Cuántas veces nos preocupamos por saber de su salud mental y sus emociones?

Probablemente tendríamos menos historias como la de la escuela primaria de Uvalde si comenzáramos a entender que:

  1. El control de las armas y las regulaciones no solucionarán todo el problema, si no vamos a las raíces y lo que hay detrás de cada persona que comete estos delitos.
  2. Existen señales que pueden ayudarnos a detectar situaciones de abuso o acoso, tales como malestares, cambios de conducta, aislamiento, ansiedad, llanto constante, golpes, moretones etc.
  3. Necesitamos reformular el modelo escolar y las relaciones familiares, dar espacio a las emociones y brindar la confianza a nuestros niños, niñas y adolescentes para que cuenten con el apoyo de sus adultos referentes y responsables.
  4. Toda forma de violencia, incluyendo el acoso y el ciberacoso deja marcas imborrables en la vida de un niño, niña o adolescente, acumula dolor, frustración, rabia y resentimiento que si no se aprende a canalizar pasa de ser víctima a victimario.

Tenemos una generación que busca atención, comunicación, afectividad, comprensión y supervisión, que necesita que cambiemos todos los modelos y comencemos a brindar espacios en los que aprendan a hablar, a comunicar sus emociones, a pedir ayuda y sentirse bien.

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Org juvenil venezolana sin fines de lucro que promueve tecnología, educación y ciudadanía a favor de la niñez y adolescencia.

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